© Ariel Giacardi

La furia sin vocablo

Hay que reunir de a poco los fragmentos
sin que apenas se note, con cuidado,
digamos, con sigilo, con paciencia,
con empeño de víscera en las manos.

Hay que rasgar los pétalos del miedo
con cuchillos pluviales de amaranto
y resistir la apnea del crepúsculo
y atestiguar las huellas del fracaso.

Hay que andar entre muelas de impotencia
y esqueletos de fuegos desnucados,
indagando en las ruinas aturdidas
que callan el silencio de los años.

Ya sé que no es sencillo este destierro
de solapar las márgenes del llanto,
de emboscar el lamento clandestino
cuando la sangre es como un vino amargo.

Ya sé que no es sencillo, que nos duele,
pero es imprescindible, sin embargo,
restaurar las antiguas insolencias
y sacudir los sueños oxidados,

sin que nadie sospeche el desaliento
que va royendo con sus dientes agrios
las vértebras del beso y de la risa,
que nos deja esta furia sin vocablo;

pero es imprescindible, aunque el recuerdo
triture sus cristales mercenarios,
aunque un escalofrío de raíces
nos ponga de rodillas el cansancio.

Aunque se seque el alma en el intento
sobre la arcilla cruda del espanto,
hay que beberse a solas la miseria
y hay que seguir, amor, seguir andando.

No hay comentarios:

Biobibliografía

Ariel Giacardi, Porteña, Córdoba, 1968. Reside en Santa Fe desde 1972. Ha publicado * Extranjero de la luz, * En torno de tu nombre, * No dejes que amanezca e * Historias de uno.